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Estar aquí es moverse

A) ¿Qué representa la foto/el arte para ti? B) ¿Cómo se relaciona a la pregunta?

A) El texto constituye una respuesta directa a las preguntas formuladas. La escritura representa para mí el material que mejor me sale moldear para responder, porque puedo dar lugar a acabamientos, interrogantes y zigzagueos, y estos movimientos necesité hacer en este caso. También representa un refugio para vivir mi identidad y para comunicarme con otres. Me gusta escribir cartas.

B) No sé qué responder. Se relaciona poéticamente – en tanto proviene del griego poiesis, relacionado con el hacer con téchne -arte, técnica- y en particular a la escritura poética (poietiké). 

El recurso al ejemplo y al decir a través de la forma y no sólo del sentido de las frases es tomado de la sofística y la retórica antiguas como discursos, textualidades, prácticas polifónicas históricamente alternativas a la filosofía platónico-aristotélica que procuró alcanzar conceptos, homogeneizar experiencias y edificar determinado tipo de instituciones y formas de vida (Ref. Cassin, El efecto sofístico, 2008). Frente a todo esto, quedan los resabios de la sofística y las literaturas históricamente excluidas como artes menores o malas copias de la literatura clásica, por causa de la sistemática violencia conceptual (y todas las demás, como dejar de conservar o sostener la escritura de manuscritos de ciertes autores) de las filosofías platónicas, aristotélicas y escolásticas (judeocristianas y musulmanas). Me identifico con la escritura de la sofística por su itinerancia no simplemente geográfica si no de géneros discursivos, por la mixis (mezcla) de discursos, por los personajes que habitan las novelas, por un sentir más cosmopolita y menos nacional e imperialista, por el acuerpamiento de lo escrito en una voz y en otras voces.

¿Piensas que ser acompañante de abortos impacta en tu identidad? ¿Por qué? ¿De qué se compone esa identidad en tu caso particular?

Me encantaría responder con más arte, pero solo me salen palabras. Estuve en rebeldía con la pregunta. Desconcierto, resistencia, negación, rebeldía. Desde que leí La arqueología del saber de M. Foucault, hace diez años quizás, se hizo parte de mí un pasaje del libro: “Más de uno como yo sin duda escribe para perder el rostro. No me pregunten quién soy… es una moral del estado civil la que rige nuestra documentación… que nos deje en paz cuando se trata de escribir” (2002, 30). Desde aquella lectura, le hice un agregado: “cuando se trata de escribir” y de vivir… Escribí el pasaje a mano más de una vez, se lo pasé a otres, lo tuve pegado en un collage de textos, fotos, dibujos en la habitación de una casa en la que viví. Ahora bien. Entiendo de qué va esto y siento que me falta leer un par de filósofes actuales para no ser tan estructuralista cuando pienso, o no sé. Con experiencias y lecturas menos sistemáticas que las universitarias fui encontrando otras formas de vida y escritura. 

Por ejemplo. Observo que mi gata se asusta cuando por la vereda pasan hombres. Corre inmediatamente hacia adentro y me mira con ojos de preguntar. No hace lo mismo si pasan mujeres ¿caminan distinto? ¿pisan el suelo de otra manera? ¿huelen distinto? ¿o simplemente es porque hace ya no sé hace cuánto no “entra a casa” un varón cis y los muy maricas, si entran, pisan como mis amigas? ¿o estoy flayeando? ¿o es cierto que en esto de estar haciendo casa de algún modo todes, todes “tenemos sed y paciencias de animal”[1]? No es rebeldía no haber respondido antes, ya que suelo escribir mucho en primera persona. También me da miedo. Quisiera escribir más en primera persona del plural, pero a veces hasta enunciarse así puede parecer violento. Quizás haya que vivir en primera persona del plural tanto que escribir así no sea una violencia. Quizás estoy diciendo una boludez que suena bien, o para decirlo con palabras lindas, estoy escribiendo una idea a descartar. 

El feminismo socorrista/socorrismo feminista me brindó otras posibilidades de agenciamiento y de enunciación. Siento que son muchas. Siento que son más que antes. Directamente otra red de apoyo, que no se agota en el socorrismo, pero sí se nutren y me nutren. Un ejemplo: me responde Sil un mensaje después de iniciar un chat desde mi estado donde me pregunta si me enojé porque aviso que no me escriban porque no voy a estar conectada el 7 de marzo. Ella es militante de una organización social para cuyas mujeres hicimos, junto a mi compañera abortera favorita, unos talleres feministas. Le cuento entonces que es el día de la visibilidad lésbica y me pregunta si me tiene que felicitar ese día o qué. No es ingenua Sil (resuena pichetto), y es curiosa, aunque esa curiosidad le incomode. Le cuento el crimen de lesboodio a la pepa gaitán y me responde “viste que chusmeando se aprende”. Claro que sí, le respondo y la cosa sigue y termina en una propuesta suya de encuentro para saber más.

Cuento esto porque me enuncié lesbiana después de enunciarme socorrista. Y es a la par que experimento una suerte de amor lesbiano abortero, aunque esos sean adjetivos muy distintos y aunque no sepa qué es el amor, ni quién soy. Decir quién soy “con arte” me hace recordar una situación que para mí fue horrible (y que jamás practicaría ni como cómplice o agente) en la que presenté una coreografía y una de mis hermanas, trece años mayor, que era nuestra profe de danza, se tentó de risa mientras yo bailaba y, en consecuencia, todas sus alumnas, que estaban mirándome. No me acuerdo cómo terminó la escena. Pero ya no tengo 8 años.

Otra cosa que quiero dar como ejemplo, porque solo se me ocurre dar ejemplos, es que tanto los alias de mis tres cuentas monetarias, así como la descripción de mi instagram llevan los adjetivos libre y feminista. Y esos adjetivos me gustan más como apellido que los dos apellidos que llevo: luzlibre y feminista ¡un montón! Hasta parece chiste. 

Me tomé muy en serio la idea de politizar la herida, aunque no literalmente. Creo que vivo gracias a un conjunto de experiencias, prácticas, relatos, personas, símbolos, palabras, frases y vínculos feministas (y otros terapéuticos) que me salvaron de la muerte. Y por eso deseo vivir una vida que, al menos en este momento, llamo libre y feminista. Y hago esta aclaración porque no quisiera romantizar tanto. Además, tengo una idea que seguro se va a caer que es que ya no cambiamos tanto las personas a partir de cierta edad o ciertas cosas. Debería hablar de esto con una amiga vieja, feminista, ex montonera, sindicalista, jubilada anticipadamente por un cáncer. Ella casi sin conocerme me pagó una diplomatura en género y derechos humanos.

Pasaron horas y llegó al grupo de whatsapp de la Asamblea de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries (MLTTNB) de Paraná[2] la noticia que una mujer que desde hoy a la tarde estaba siendo oficialmente buscada, fue hallada en su domicilio sin vida. Todavía sabemos muy poco y lo que sé no quiero ni escribirlo. Pero tan feminista se ha vuelto mi vida que lo que hoy me permite ponerle un fin a este texto, que no sé de qué otro modo podría terminar, es un hecho como la muerte de una mujer, que muchas suponen desde ya se trata de un femicidio, porque en Paraná hay como un trauma femicida que es la confirmación del feminicidio de Fátima Florencia Acevedo el 8 de marzo de 2020, antes del asilamiento preventivo obligatorio por la pandemia, el día que tantas personas fuimos a tribunales a pedir justicia y esclarecimiento del caso que no dejamos salir por toda una noche al fiscal de género, al fiscal general, al jefe de la policía, y confirmamos que sí, había sido el violento del cual ella se refugiaba en una casa municipal, y que sí, todos los organismos de protección del estado habían fallado y que, además, había audios donde ella decía que solo nos íbamos a interesar en ella cuando apareciera muerta. Por las informaciones que circulan le pregunto a una compañera si lo de ahora se trata de un suicidio feminicida o qué. Justo hoy leía el último informe del Observatorio de la Defensoría del Pueblo de la Nación donde aparece esa denominación que no sabía que ya estaba en uso. Tenía una amiga que para mí murió de eso. Pero no parece tener nada que ver. Me pregunto cómo vamos a cuidar de la violencia simbólica a esta mujer que estaba tan vulnerable y vulnerada.

Todavía el final de algunas cosas está demasiado cercano a la muerte, pero ya lo dijo otro poeta (varón) que es que “cualquier movimiento mata algo” [3], lo cual por un lado me alivia, y por otro no.


[1]

Costumbres

No es para quedarnos en casa que hacemos una casa

no es para quedarnos en el amor que amamos

y no morimos para morir

tenemos sed y

paciencias de animal.

(Juan Gelman)

[2]

Otro nombre que muy en secreto alguna vez imaginé que usaría como apellido si tuviese la valentía de Marie Colmont.

[3]

Cualquier movimiento mata algo.

Mata el lugar que se abandona,

el gesto, la posición irrepetible,

algún anónimo organismo,

una señal, una mirada,

un amor que volvía,

una presencia o su contrario,

la vida siempre de algún otro,

la propia vida sin los otros.

Y estar aquí es moverse,

estar aquí es matar algo.

Hasta los muertos se mueven,

hasta los muertos matan.

Aquí el aire huele a crimen.

Pero el olor viene de más lejos.

Y hasta el olor se muere.

(Roberto Juarroz)