Este relato representa el modo en que hago aprendizaje de los acompañamientos. Representa en este caso acercarme a sentimientos míos y ajenos muy íntimos y no tan claros. Procura reunir en un texto lo que me puede afectar acompañar a una persona que aborta y cómo siento que puede afectar a la persona. Con cierta sensación de dejar afuera otros escritos que den otras respuestas elegí una situación que me fue complejo “pasar a palabras” cuidando mucho a la persona cuya experiencia referencio.
Hace un año tuvimos una conversación con una mujer de Corrientes varios días después de su aborto. Ella, Itatí, que tiene más o menos mi edad, me preguntó si era posible que hubiese vuelto a quedar embarazada a raíz de un encuentro con su ex, diez días después de haber abortado y antes de que por fin accediera a un turno en otra localidad para el control post.
En esa charla, que sucedió un domingo de febrero por la tarde, pude tomar dimensión de cuánto éramos capaces de confiar, aunque estuviésemos a más de mil kilómetros de distancia y fueran tan distintas nuestras vidas.
La conversa me llevó a pensar muchas cosas sola y con algunas compas. Cuando escuché su primer audio me pasó por el cuerpo todo el miedo, la incertidumbre y la angustia que ella misma estaba sintiendo por temer un eventual segundo embarazo y, por lo tanto, la necesidad de un segundo aborto.
Se sumaba a esto mi bronca de que volviera con el mismo tipo ¡cobarde! que se borró cuando supo que ella había quedado embarazada.
Desde el comienzo había sido todo muy difícil. La cadetería desde otro lugar tardaba semanas en concretarse. Cuando se enteró la compañera con la que me formé en esto de llevar una vidafeminista-socorrista, la más operativa del mundo mundial, identificó la precariedad de la vida con la que estaba entrando en contacto y no dudó de gestionar las cosas en carácter de urgencia.
Así, a los tres días máximo, Itatí se hizo de la medicación para abortar, pero no podía entender porqué unas desconocidas nos disponíamos a ayudarla incondicionalmente. Hablamos una noche por teléfono y nos peleamos, ya que cada frase que le decía era motivo para desconfiar. Estaba gobernada por el miedo. Me fui un poco al pasto y le hice un desplante: “si no confiás en mí, entonces no puedo seguir hablando con vos.” Le pedí a otra compañera que por favor se pusiera a disposición para que no fuera a usar de manera incorrecta la medicación, debido a los nervios. Sin embargo, nos volvimos a escribir al otro día. Charlamos, nos reconciliamos e hicimos un grupo con la otra compañera.
Mientras usaba el misoprostol, cada síntoma físico parecía ingobernable. Para colmo su madre ciega esa tarde estaba super inquieta y unos días antes se había pegado una caída. Todo en su cuerpo sonaba muy desesperado, hasta que llegó el momento de la expulsión, la confirmación, el alivio y el esperado descanso.
Tengo un lazo especial con toda la región que está al norte de Entre Ríos, la provincia donde crecí y todavía vivo: en Posadas nació mi abuela paterna; en Yapeyú vivió una tía con mis primas y primos; en Chajarí, cerquita nomás de Monte Caseros, vive actualmente mi hermana mayor que junto a mi cuñado se ocuparon un montón de mi crianza. Los paisajes, los comercios de frontera, la vida en el campo, la vegetación, los ríos, los caballos, las cataratas, la fauna autóctona, como los ñandúes y sus huevos, los sabores de comidas a base de maíz y mandioca, la omnipresencia del Gauchito Gil, un santo regional, el chamamé en las radios, las tonadas, toda una mezcla de cosas cala hondo en algún lugar de mí. Por eso las diferencias culturales que marcan las distancia geográficas y sociales se me diluyen y siento a veces que algo de lo que pasa, lo puedo entender-disculpen lo insoportablemente autorreferencial que soy.
El asunto entonces es que de repente Itatí me estaba contando en la sagrada siesta de un domingo de verano que había aceptado encontrarse con (el estúpido de) su ex, ya que “le andaba dando vueltas de hace días, como si supiera”, y ella me juraba que le había dicho, ya, que no podían hacer nada de nada porque todavía tenía la menstruación y quería consultar a la médica para no volver a quedar embarazada.
Yo no terminaba de entender lo que había pasado así que se detuvo a contarme. De la preocupación pasé a la risa y la alegría cuando supe de qué había ido la cosa. El límite puesto por ella dada la recomendación del folleto y hecha en taller sobre la importancia de evitar relaciones de penetración 14 días después de abortar, les obligó a ser creativos. Por primera vez él no se había focalizado en su propio placer y ella ahora no terminaba de encontrar las palabras para decirme lo que había llegado a sentir.
Me asombró vernos conversando hondamente de sexualidad… admito sentir algo así como una pasión abortera por la cual no me inquieta postergar otras cosas que rápidamente se vuelven menos relevantes. Lo que aprendí esa tarde fue para mí muy importante. Siento que no tenemos idea de todo lo que puede acontecer cuando una persona aborta. O que muchas veces nos enteramos de muy poco- y eso no está mal. Que el decurso de los hechos es imprevisto y eso vuelve las cosas más interesantes.
La otra vez contándole, con cuidado, algo de esta experiencia a una amiga me salió conmoverme. Ahora me siento un poco inquieta y con un compromiso grande, como se siente cuidar a mi gata o a una persona. Yo había leído y sabía muy bien distinguir la concepción del sexo como forma de reproducción y el sexo como forma de placer. Pero en mi propia vida no sabía cómo ni en qué momento ese saber se había puesto en acto.
Recuerdo que Itatí me dijo lo bueno que era para ella conversar porque allá en la escuela no se hablaba de esos temas, con su madre que estaba vieja tampoco, y que su hija, Martina, ya hacía preguntas, y no quería que creciera sin información como le pasó a ella.
Recuerdo una foto de perfil suya de aquel entonces que no me olvido: ella llevaba puesto un sombrero oscuro muy hermoso y posaba con una amiga. La puso después de una noche en la que nos preguntó si ya podía tomar vino.
Me sale decir que durante ese acompañamiento yo también sentí placeres… no sé qué adjetivo usar.