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Vidas compartidas. Prejuicios rotos

Conocí a Emilia porque estaba acompañando a su amiga en un aborto. Fue un aborto intenso emocionalmente. Ellas, provenientes de la provincia de Jujuy, hacía poco habían llegado a una ciudad cercana a la mía. 

“Ser gendarme” fue algo que escuché reiteradas veces hace 7 años. Estaba en Yavi-Jujuy, pueblo que se ubica en la frontera entre Argentina y Bolivia. Esa fue la última “misión” que tuve con el grupo misionero al que pertenecía y las actividades de ese viaje constaban en visitar escuelas y trabajar con las infancias sobre “los sueños”.  Ser gendarme o trabajar en el campo con la familia eran las dos cosas que salían frecuentemente. Dos sueños, dos posibilidades de futuro. 

Emilia y Mariana estaban viviendo en la ciudad de Punta Alta, la cual se caracteriza por nuclear a las fuerzas armadas (¡vaya característica!). Era su primer año dentro de la fuerza naval, lejos de su casa y en un lugar donde conocían a pocas personas. Las reglas eran (son) severas y los machismos brotan, me contó Mariana cuando la conocí. 

Ella vivió su aborto asustada y angustiada, por más que yo estuviese del otro lado del teléfono. Hoy sospecho que parte de lo complejo de ese aborto venía por su sentirse lejos, sola. Emilia estuvo a su lado y fue con quien me comunique durante el aborto de Mariana. En vez de sumarse a la propuesta emocional que Mariana hacía, Emilia pudo contribuir a descomprimir algunas angustias y acompañar a su amiga en su aborto. 

El año pasado Emilia se comunicó conmigo, quería abortar y le pidió a Mariana mi número. Me contó que le tocó ese año estar en el Regimiento de Infantería de la ciudad de La Plata y me consultó si conocía a alguien ahí que la pudiera ayudar. Le conté que me había mudado a esa ciudad a comienzos del año y que nos podíamos encontrar. Las dos nos alegramos con esa coincidencia y coordinamos vernos al otro día en una cafetería cerca de casa.

Varias veces conversamos con compañeras sobre lo que a cada una le significa acompañar a alguien que trabaje en las fuerzas o en la policía. Hay quienes lo hacemos y hay quienes no. En la ciudad dónde vivía anteriormente era muy común acompañar migrantas internas que pertenecían a la armada. Creo que muchas veces la decisión de pertenecer a las fuerzas no es una decisión autónoma, una decisión informada. Que si a esas niñeces con las que me encontré hace años les contaran que son instituciones que perpetúan la crueldad, que desaparecieron gente por todo el continente, no habría tantas personas que deseen ser parte. Hay algo de esa experiencia de vida que hizo que, si una mujer de la armada es respetuosa hacia conmigo y la organización de la que participo, la acompaño en su aborto sin que eso me haga ningún ruido. Encima no dejo de pensar que me parece un excelente momento para baja línea feminista. Sí. Sutil o no tan sutilmente hablar de eso que tanto bien nos hizo a muchxs y fue encontrarnos con los feminismos y transfeminismos. Generar algún “irse pensando cosas”.

Y ahí estábamos Emilia y yo merendando. Ella tenía hambre y calor, había pasado todo el día en un acto y se fue antes de que termine. Le pidió a un compañero que la cubra para poder irse antes escabulléndose. Hablamos sobre su aborto,repasamos la información sobre los abortos medicamentosos, me contó de su viday le conté de la mía. A ella lo que le interesaba sobre la infantería es la posibilidad de viajar en barco por el mundo, es electricista y mecánica. Muy buena por lo que me dijo. También que las jerarquías dentro de la fuerza son absurdas, antiguas y las formas de hablarse innecesariamente formales. 

Ella siempre estuvo a favor delaborto, no sabe bien porque, pero desde chiquita supo que si alguien quería abortar le parecía que estaba bien. Prejuicio roto: las militares no estan a favor del aborto antes de tener que atravesar por uno. Porque es así, de repente los prejuicios se rompen cuando te comparten historias de vida. Emilia se interesó mucho por mi vida, me preguntó cómo conocí al socorrismo, por qué decidí ser parte. Me preguntó sobre el feminismo y yo a ella su relación con este. Había algo en su curiosidad por las vidas feministas que me alentaba a seguir hablando, recibía atentamente mis palabras y en sus ojos parecía hacer reflejo en ellas. Quería dejar la fuerza pero no sabía cómo rehacer su vida, agarré esa punta que dejó suelta sobre lo buena que es cómo electricista y le dije que es un muy buen trabajo, que siempre hace falta. Le conté que las electricistas mujeres y disidentes no abundan, y las que hay trabajan muy bien ya que entre femininjas nos pasamos sus números. Me sirve, respondió. 

Terminando el encuentro vio mi pañuelo verde y comentó que no se puede usar dentro de la armada ¿Tenés otros? me preguntó espontáneamente. En ese momento le dí el pañuelo “siendo civil si puedo usarlo, será cuestión de sacarlo antes de entrar”. Miró su celular y tenía un mensaje de su compañero que al final no la había podido cubrir. “No hay que confiar tareas complicadas a los hombres”, me dijo. Le pregunté si le preocupaba eso, le dije que se fuese rápido así no se metía en problemas y totalmente relajada me dijo que no le importaba que la retasen: “Que me suspendan qué más da, no es grave. A mí lo que me importaba era tener la información de cómo abortar”, me dijo atando el pañuelo a la mochila. Nos saludamos con un abrazo y quedamos en contacto. 

Hubo algo en Emilia, en su actitud resolutiva, atenta, no enroscada, en su interés, en su posibilidad de acompañar a su amiga de la forma en que lo hizo, en organizarse, delegar tareas que no le importen las consecuencias de su deseo y reconocer las prioridades que me parece fantástico. 

Tal vez acompañe a otras mujeres con características similares, pero en ella me rompieron la cabeza por ser militar. Lo que sucede con las historias cuando se comparten ¿no? los prejuicios cuando se rompen y la sorpresas que esto trae.

I don’t give a damn ‘bout my reputation

Living in the past, it’s a new generation

A girl can do what she wants to do and that’s what I’m gonna do

An’ I don’t give a damn ‘bout my bad reputation

Oh no, not me

An’ I don’t give a damn ‘bout my reputation

Never said I wanted to improve my station

An’ I’m only doin’ good when I’m havin’ fun

An’ I don’t have to please no one

An’ I don’t give a damn ‘bout my bad reputation

Oh no, no, no, no not me, oh no, no, no, no not me

I don’t give a damn ‘bout my reputation

I’ve never been afraid of any deviation

An’ I don’t really care if you think I’m strange

I ain’t gonna change

An’ I’m never gonna care ‘bout my bad reputation

Oh no, not me, oh no, not me

Me importa un bledo mi reputación

Vives en el pasado, es una nueva generación

Una chica puede hacer lo que quiere hacer y eso es lo que voy a hacer

Y me importa un bledo mi mala reputación

Oh no, yo no

Y ‘me importa un bledo’ mi reputación

Nunca dije que quería mejorar mi estación

Y ‘sólo estoy haciendo bien’ cuando me estoy divirtiendo

Y no tengo que complacer a nadie

Y me importa un bledo mi mala reputación

Oh, no (no, no, no, no, no, no), Yo no (yo, yo, yo, yo, yo)

Me importa un bledo mi reputación

Nunca he tenido miedo de ninguna desviación

Y no me importa si crees que soy extraño

No voy a cambiar

Y ‘nunca me importará’ por mi mala reputación

Oh, no (no, no, no, no, no, no), Yo no (yo, yo, yo, yo, yo)