Acompañar es una práctica de amor. Al acompañar estoy sanando mi linaje, estoy abrazando a mi abuela que no tuvo las mismas oportunidades y que debió esconderse de su marido y de su familia para poder ir a abortar en lugares clandestinos en donde los procedimientos no eran dignos y resultaban un peligro para su salud.
Acompañando, la estoy liberando de los estigmas que tuvo que pasar y aguantar. Estoy re dignificando su línea familiar, estoy curando todas esas heridas que tuvo en silencio, la hemorragia que casi le quita la vida mientras tenía que regresar a su casa y cuidar de cinco niños menores de 7 años, pretendiendo que todo estaba bien.
Acompañar es una práctica de amor al feminismo de la actualidad pero también es una práctica de amor a nuestra historia.
