B y A – De profesión socorristas
Una mañana soleada.
Algunas cuadras que camino hasta llegar.
No es mi casa, al menos eso siento al principio.
B, la cumpa dueña de casa que abre la puerta.
R, la socorrida que no me conoce, pero aún así me da un abrazo apretado.
La Mife ya está haciendo efecto hace varias horas.
Llega el Miso. Primero 4.
Al poco tiempo llegan los primeros dolores.
Pañitos calientes puestos en la espalda de R, con las manos de B.
Toca el Miso de nuevo, ahora son 2.
Dolores un poco más intensos.
R se duerme un rato mientras con B charlamos para conocernos un poco más.
De nuevo 2 Miso.
Ahora el dolor se escapa en algunos gritos y quejas de R.
Llega el momento de la ducha caliente que siempre alivia.
Llega el sangrado.
Los masajes en la espalda de B y mi mano siendo apretada por R.
-No somos letras, somos mujeres acompañando a otra mujer que decide abortar, pero a veces es mejor ser una inicial por un rato, más aún en esos tiempos–
Llega la expulsión. Llega el “Yo me ocupo, vos dúchate tranquila que yo después limpio”.
R me agradece con una mueca, no tiene fuerzas aún para una sonrisa.
Un tecito y galletitas. Algunos consejos de cuidado.
Un celular que suena, alguien que después toca bocina y pasa en busca de R.
Otro abrazo apretado. Un GRACIAS que se siente sincero y generoso.
Regreso a casa pensando: qué bueno que nos animemos siempre a más.
Qué bueno que a veces nuestras casas sean casa y alojo de otras.
¡QUÉ BUENO QUE NOS TENEMOS!