Para responder la pregunta 4, deberíamos empezar por pensar qué es “arte”; hay tanto escrito sobre esto y los gustos.
Los primeros tratados hablan sobre la techné, la técnica y la razón: la razón aplicada a una producción concreta, un fin. Por eso muchas veces sin conocer siquiera a Aristóteles podemos decir “¡qué artista!” cuando alguien tiene una excelente técnica para, digamos, pintar un paisaje o hacer que rimen un par de palabras y encajen en una caja de métrica, para construir ritmos, bailar, o usar cualquier otro de los lenguajes.
La técnica se desarrolla mediante disciplina, aplicación, repetir una y otra vez el mismo paso hasta que salga, poder luego engancharlo y hacerlo dialogar con la siguiente parte. Sumar la parte armoniosamente al todo. Disciplina y dedicación para sentarse a escribir algo y entregarlo en tiempo y forma, en el plazo acordado. Ahora hablamos ya del arte profesionalizado. El dominio de la técnica ayuda no sólo en la concreción prolija y perfecta, sino que también en la parte de gestión, producción, planificación. Esto se calcula porque se conoce el método, se racionaliza. Aunque, las técnicas van cambiando y se van adaptando en función de cada hecho, de cada producto cultural.
Acompañar abortos es una técnica racional, se aprende, se calcula, se modifica, se adapta, se repite, se utiliza.
Arte es también poiesis: creación, producción. Una situación de aborto suele crear nuevas miradas, tanto para quien aborta, (“nunca pensé que podría hacerlo” o “yo no estoy favor de esto, pero…” algunas personas en los talleres emiten este tipo de expresiones, no todas), como para quien acompaña: nos asomamos a ciertos entornos familiares que muchas veces excluyen estos deseos, entonces nosotras debemos volvernos mutables y adaptarnos a la comunicación con esas personas. “Agendame como Vendedora de Natura, vendo cosméticos, si ve mis estados se va a dar cuenta y no te va a sospechar nada” (en estas situaciones, acompañar es crear un mundo de ficción también). También nos despierta nuevos mundos de la ciudad que desconocíamos, por ejemplo llegar sin miedo a barrios y territorios a los que no hubiésemos ido por otros motivos; entonces pudimos mirar esa villa sabiendo que íbamos a la casa de una piba que necesita hablar, que está todo bien. El sentimiento de seguridad no es solo una romantización inocente, es mirar desprejuiciadamente ese barrio desde adentro porque nos invitaron a entrar.
Aunque sea por un ratito, hay un momento de anagnórisis, de darnos cuenta, de correr el velo de la verdad. Nos quedamos con la expresión “por un ratito”, la estimo porque somos seres comunes y corrientes, no tenemos cambios trascendentales fuertes como si fuésemos personajes de una tragedia griega; somos apenas secundarios de comedia. En este sentido, es re arte acompañar: las acompañantes somos personajes secundarios en este cuento contado por un idiota.
Abortar y crear son ideas que podrían pasar como contrapuestas, como antonimias o incluso xenonimias. Pero también las podríamos pensar como contigüidades, como partes de un ciclo. Algo muere para que nazca otra cosa.
Pero la relación acá es entre acompañar y crear. El acompañar genera nuevas experiencias, hasta el momento, no vividas, no pensadas, no sentidas. ¿Y para quienes acompañamos más de una vez? Esa experiencia es nueva en tanto y en cuanto suceso único: dónde estoy yo durante las horas en que la persona a quien acompaño está en pleno proceso, si puedo atender el teléfono o tengo que retirarme por una rato para hablar más explícitamente; si estoy dando clase, si estoy en una fiesta, si en una reunión familiar; con mis estados presentes o mis estados alterados; si tendré señal ese día o tendré que solicitar a una de mis compañeras que esté atenta para que me haga la suplencia. Sea como sea, mientras mantenemos las conversaciones del acompañamiento, nos metemos en una burbuja que nos abstrae del lugar y momento en que estemos; vamos y venimos de un estado al otro. La misma película que hace dos minutos miraba angustiada porque hacía ya más de cinco horas que había hecho el último paso, con ese “Ya está”, el film cambió de tonalidad tras ese mensaje aliviador. No sentí el dolor físico del alivio, pero sí que esta vez funcionó y no habrá que repetir. Y a partir de ahí, comienza una nueva ansiedad: “Bueno, controlá el sangrado, recordá cuáles son los síntomas de alerta”. Una emoción termina para que empiece otra.
Repetición e innovación.
Acompañar y arte en tanto experiencias colectivas, de comunidad, de comunicación: hay dos como mínimo: quien aborta y quien acompaña. Es un suceso que se realiza en la comunión en la expresión de un deseo. “¿Querés que te acompañe?”, “Sí”.
Otra de las definiciones de arte es como “expresión de una cultura”: formamos una cultura que ya no quiere pasar en soledad e ignorancia ciertos fragmentos de nuestras vidas. Esto creemos firmemente quienes acompañamos. Tal vez, en algunos casos quien abortó no vuelva a hablar más de este suceso: probablemente haber estado acompañada contribuyó a que no sea tan traumático y que por eso no sea necesario mencionarlo en secretos y continuar con su ruta sin mirar hacia atrás. O tal vez al contrario: necesite repasar y repetir su historia en variadas ocasiones para ser protagonista de esa anécdota liberadora. Contar permite que tiempo después, alguien que está con un embarazo que no quiere seguir pide el dato “¿vos cómo hiciste?”, entonces le pasa el dato de las socorristas: “Elles te van a ayudar”. Y así sucesivamente en esa cadena de conversaciones que es la humanidad. Pedir a mis compañeras ayuda porque se me hizo una laguna mental de cierta parte de la técnica, y la respuesta atinada y salvadora.
Una mujer le cuenta a otra que abortó acompañada. Y luego acompaña ella a otra y pasa el teléfono de la socorrista. Y no se hace un teléfono descompuesto, porque intervenimos ante de que se desdibuje lo primordial de la techné: lograr un aborto seguro.
Acompañar en una técnica: la forma de comunicarse, el modo de decir, de recordar, de realizar los pasos y tener a disposición materiales que puedan servir. A veces me pasa que pienso “Ay, si quienes acompaño comparasen los chats, se darían cuenta que les digo lo mismo”, ¿qué sentirían al ver que no son más que copie y pegue de conversaciones antes sucedidas? ¿Qué pasó con esa idea de cada aborto es un momento único, que no hay uno igual a otro?
Arte es mimesis, acá no tenemos nada para decir
Arte como verdad: la verdad del ser, del deseo, de la necesidad, del secreto, la verdad de cómo se hace y qué puede suceder. Esa verdad que conjura los miedos e incertidumbres.
Acompañar es una experiencia con múltiples capas que expande y resignifica. De todos los devaneos por los que hemos pasado por acá, acompañar es una técnica que aprendemos, compartimos, aplicamos, mejoramos, adaptamos, para terminar algo y seguir con otra cosa. Es una técnica que se aplica como expresión de deseos y de verdades compartidas. Es una técnica que plantea no solamente nuevas formas de mirar el mundo, sino que transforma mundos.
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Se repiten los mismos pasos,
el final no siempre es el mismo.
Se repiten conversaciones,
una de las voces interlocutoras cambia cada vez
(aunque de tanto en tanto, repita)
Se repiten ansiedades,
de un lado y del otro del chat.
Ansiedades conocidas: la mía y la tuya.
“¿Vos sabés de mi ansiedad?” Me gustaría preguntarle a quien se le deshacen las pastillas bajo la lengua, pero no quiero compartir mi ansiedad con elle, no quiero que tema; quiero que se sienta segure.
Se repiten pedidos de ayuda.
Solicitudes de datos,
indicaciones de itinerarios
apreciaciones de la normalidad o no de las señales
Cada expulsión activa el siguiente paso:
el alivio, el fin, el principio