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La habitación propia

Cuando Virginia Woolf escribió acerca de la importancia de que las mujeres contáramos con una habitación propia, abordaba prioritariamente su impacto con relación a la posibilidad de escribir. Es decir, la habitación propia era un vehículo para que las mujeres le dieran fuerza a su palabra, porque podría representar contar con el espacio, la privacidad, el silencio y la calma de pensar y dejar fluir el pensamiento en historias y reflexiones infinitas.

Para mí contar con una habitación solo para mí no significa nada, pero al hacerla “propia” adquiere significado. Eso representa colocar aquello que me estimule, que me recuerde a quien soy y qué pienso, que me haga sentir cómoda, que ordene y desordene mi caos. De manera que cualquier entrada de una persona ajena a mi habitación, es abrir la puerta a una intimidad que trasciende lo material porque es como tener en cada objeto un espejo que refleja una partecita de mi vida (mis sentires, deseos, pensamientos, pasatiempos, etc.). Quizá si algo refleja mi identidad es mi habitación y un fragmento de ella es lo que puede verse en la fotografía.

Ser acompañante trasciende a mi identidad, sí, pero no porque haya existido alguna modificación a la misma, sino porque se coloca como un aspecto importante que refleja quien soy. En mi habitación puede verse una ilustración enmarcada sobre el movimiento zapatista que dice “Ya se mira el horizonte, otro México nace abajo y a la izquierda”, que no solo refleja la literalidad de lo que demanda, sino 15 años de activismo desde distintos frentes. 

Ser feminista para mí es una asunción política que atraviesa toda mi vida, y ser consecuente con eso y con un compromiso a participar de la construcción de espacios para la vivencia de los derechos es el ser acompañante de aborto, porque serlo es lo mínimo (no en términos de que sea pequeño el trabajo, sino de alcance conforme a mis posibilidades personales) que puedo hacer para participar de ello.

Mi vida tiene muchos matices, como son esos libros que se ven en los libreros, que en sus hojas aguardan huellas de reflexiones individuales y colectivas que me hacen ser quien soy.