La Changuita es la historia de una niña adolescente de 15 años que vive en el interior de la provincia de Catamarca. Es una ciudad llamada Andalgalá, del centro norte de la provincia de Catamarca, aproximadamente a 248 kilómetros. Para llegar hasta Andalgalá hay que atravesar la Sierra de Aconquija, es una cumbre montañosa cubierta de selva subtropical y aicito, como le dicen en la zona, te encontrás con un espacio desértico.
Una buena mañana como cualquier otra, allá por la época de la pandemia, cuando recién empezábamos a escuchar esa palabra, se comunica Victoria y ella misma se presenta como Changuita. Nos cuenta que tiene 15 años y que está embarazada. Obviamente no lo quiere continuar, pero mucho no sabe qué hacer o dónde buscar información.
Comenzamos a indagar un poquito en la historia de su vida, con quien vivía, si iba a la escuela, si estaba acompañada por alguien y nos cuenta que la profe de ESI es quien detecta que algo le estaba pasando a Victoria. Inmediatamente pudo pasarle el número de Socorristas para que se ponga en contacto y pueda solucionar la interrupción del embarazo.
En la familia nadie sabe y tampoco quiere contarlo. Ahí, irremediablemente, me acordé de la campaña “En un mundo justo, las niñas no son madres”. Para Victoria, el mundo ya no era justo. A los 12 años enterarse de un embarazo, de un festejo del cual no se sentía aparte… Así que no le quedó otra que maternar. Pero… esta vuelta iba a ser distinta. Ya no le importaban los entramados familiares, ni las tradiciones religiosas, ni el qué dirán.
Desde ese momento comenzó un andamiaje en el sistema de salud dialogando con referentes de salud sexual para conseguir traslados, mails, llamados, WhatsApp. La respuesta del sistema de salud fue a través de un mensaje donde le especificaba que debía presentarse a la maternidad provincial el día martes para la consulta con una doctora. Sí, así como escuchan. A una niña de 15 años le acabaron de decir por un correo electrónico que debía presentarse de manera presencial. Así es, en plena pandemia, cuando no había transporte porque no se podía circular.
Hasta aquí todo pareciera que, otra vez, el destino la llevaría hacia una maternidad no deseada nuevamente.
Pero finalmente… la changuita pudo abortar. Abortó en su casa, acompañada con socorristas, a través de un teléfono, sin que nadie sepa, justo en el horario en que la mamá y la abuela se ponían a hacer el dulce membrillo y la bebé, por suerte, dormía una siesta.
Y fue en ese preciso momento en el que se alinearon algunos astros y el mundo pasó a ser un lugar un poquito más justo para esa changuita.