¡ACOMPAÑAR ES UNA PRÁCTICA DE AMOR!
Me permito ponerlo en mayúscula y, agregarle signo de exclamación.
Acompañar me sale de la víscera, me sale de lo intuitivo. Acompañar me pone en eje. Escuchar cada historia, entrometerte en la cotidianeidad de tu acompañada, conocer sus temores. Escucharla nuevamente en esa duda de si está bien lo que hace o no, acompañarla ahí también, respetando sus tiempos, sus temores. A pesar de que a veces en nuestro interior gritamos, sí amiga hazlo, es lo mejor. Pero, seguimos asintiendo y esperando a su decisión final sin apurarla, sin juzgar. Estar en ese momento en el que siente que ya no le queda tiempo y pronunciar la frase: siempre podemos hacer algo. Y ver cómo a ellas les vuelve el alma al cuerpo. Ese vínculo con ellas es tremendo.
Algunos acompañamientos son rápidos. La chica tiene todo lo que necesita: apoyo familiar, una buena amiga que la acompaña, ánimo, lugar propicio para hacerlo y nuestra presencia a través del teléfono. Sigue todas las instrucciones y al ratito ya está. Lo logró. Observamos algunos síntomas posteriores y nos despedimos con cariño. Pero, están los otros, esos en los que el contexto es distinto. Algunos con violencia, otros con despojos, otros con precariedad de todo tipo. Soledad, tristeza, enojo, ira, desolación, abandono, terror, hambre. Y ahí estamos, buscando los medios para no solo llegar con los “dulces” sino, con todo lo demás. Y entre todas la abrazamos. La abraza la que le hace el taller, la abraza la que le entrega los dulces, la abraza la que la acompaña. Las abrazamos y tratamos de llegar a ellas con ese “kit extra” que lleva un chocolate, mandalas para pintar, unos jugos kapo, ibuprofeno y toallitas. Porque sentimos lo que les pasa, nos conmueve su historia, su situación. El amor tiene tantas formas de manifestarse, conmoverse, sentir compasión, son algunas de ellas. El acompañar nos pasea por todas esas formas de amor. Acompañar me pone en eje SIEMPRE.
¡ACOMPAÑAR ES UNA PRÁCTICA DE AMOR!
