Para mí la práctica de acompañamiento es una escuela. Cada caso es un aprendizaje nuevo, cada realidad llega a mí para tocar mi alma, para saber que cada día debo prepararme más porque son muchas mujeres y cuerpos gestantes que dependen de nosotres, de nuestras palabras, de nuestra escucha activa y de nuestra contención.
También asocio la práctica de acompañante con rebeldía. Nuestro trabajo de acompañamiento clandestino es sumamente necesario y valioso, en un país donde decidir sobre nuestras cuerpas es un delito, en donde el sistema machirulo está anclado a cada política pública y así, es casi imposible exigir leyes que nos favorezcan.
