En una ocasión me tocó acompañar a Lucía (le pongo así para hacerlo personal, pero no es su nombre), una chica que era apenas mayor de edad. Llegó con su mamá y su hermana pequeña. Saber que iba con ellas me causó ternura y algo de incredulidad.
El aborto, en general, está bastante estigmatizado, pero el aborto de adolescentes y adultas jóvenes pasa por otro estigma que cuestiona aún más su capacidad de decidir. Me agradó ver que había podido tener la confianza de su mamá para contarle, primero, del embarazo y, segundo, de su intención de no tenerlo.
Primero tendría su consulta de valoración y después podría agendar su procedimiento Ameu. Lucía es celíaca y yo había entendido que ella tenía dudas de si esta condición médica afectaba el aborto. La recibí y ella entró a su consulta donde podría hacerle todas las preguntas a la médica.
Al hablar con su mamá escuché que ella en realidad no estaba segura de querer abortar. Quería tener el embarazo, pero le preocupaba que su condición médica afectara el embarazo. La charla estuvo llena de emociones por parte de su mamá, pues amablemente me compartió que la decisión era de Lucía y que ella la iba a apoyar.
Cuando Lucía salió hablamos un poquito más, ella seguía indecisa y, entre los nervios y la prisa, olvidó preguntarle al médico si ser celíaca podría poner en riesgo su embarazo. Su mamá volvió a decirle que era su decisión, que estaría con ella. Lloraron un poquito, podía notar que Lucía sí quería tenerlo, pero tenía miedo.
Al final la tranquilicé diciéndole que no tenía que decidir en ese momento. Si al final decidía interrumpir su embarazo, podía volver a llamarnos y nosotras ahí estaríamos.
Este acompañamiento fue muy significativo para mí porque me recordó que tenemos la capacidad de decidir. Sentí un abrazo en el pecho al ver que las mamás, las hermanas, pudieran acompañar a quienes deciden abortar. O no. Saber que el apoyo, incluso nuestro, no está condicionado por una decisión o la otra. Que nosotras no solamente acompañamos un procedimiento médico y ya está, sino una decisión, y que no juzgamos ninguna. Me provoca ternura, calma y valentía.