La experiencia de acompañamiento más significativa para mí fue un acompañamiento in situ, presencial digamos, en Santiago, en octubre del 2021.
El acompañamiento se le hizo a una chica de 23 años, su nombre es Mónica, que estaba diagnosticada con personalidad “border”, trastorno bipolar, ansiedad, depresión, ideación suicida, o sea, tenía todos los diagnósticos en contra, y producto de estos diagnósticos, cuando ella se embarazó, como se atendía por el sistema público y recibía sus medicamentos por el sistema público, le suspendieron todos los medicamentos y la dejaron sólo con un SOS, con un Clonazepam de SOS. Y nada, estaba súper descompensada y llegó a nosotras ya para un 2T.
Hicimos dupla con Pauli, una compa de Temuco, y la recibimos en el departamento donde se hizo el acompañamiento. Desayunamos con ella, teníamos todo el día por delante para el tratamiento, ella ya se había tomado las MIFEP los días previos. Para mí fue súper significativo, porque primero durante el día ella estuvo como una reina porque se bancó todo el dolor, todo el procedimiento. Yo estaba con mucho temor porque estábamos en un quinto piso, ella estaba sin su medicación, ella nos contó un poco como a qué síntomas teníamos que estar atentas de cuando ella ya como que entraba en un viaje y empezaba como a escuchar voces y todo. Entonces teníamos que estar atentas a eso, sin ser profesionales de la salud, ni tener experiencia en salud mental. Creo que el dolor la tuvo tan en el presente que no tuvo como posibilidad, ni chance de irse en ningún viaje, ni en ningún blackout.
Lo más fuerte de ese día fue que ella en un momento, (cuando) estábamos en el baño, que ya fue casi al final, cuando estaba a punto de expulsar, me dice –nunca me había sentido tan cuidada y tan querida en mi vida como hoy– y eso me marcó, me golpeó. Primero me golpeó fuerte y me marcó porque es fuerte estar… o sea, es fuerte que la persona a la que tú estás acompañando, así como acompañas a un montón de otras chicas, sienta que ese acompañamiento que tú le estás dando es lo más cercano que ha tenido en su vida, o lo más parecido, a lo que esa persona hubiese querido que fuera el cariño ¿no?, de la gente que la ha rodeado, de su familia, de sus amigos, de las parejas que ha tenido, en fin…
Lo logramos. Ella expulsó ese día, ella se quedó a dormir ese día en el departamento porque había que observar el sangrado y todo. Al día siguiente en la mañana desayunamos con ella y al ratito ya ella se fue y nos quedamos súper contentas porque fue un procedimiento exitoso. Ella se fue también muy contenta ya con muchas expectativas y con el ánimo de que iba a poder retomar sus medicamentos y se va a volver a compensar y va a estar mejor y no sé qué. Y nos quedamos en contacto. Durante ese día le preguntábamos así como, bueno, cómo estás, cómo te sientes, no sé qué, por WhatsApp y todo bien. Y al día siguiente nos contacta desesperada porque la estaban hostigando de parte del servicio de salud, preguntándole por su embarazo. Porque claro, como ella estaba atendiéndose por el sistema público y estaba registrada en el sistema, entonces querían saber por qué no había ido a sus últimos controles de embarazo y no sé qué. Y empezó ahí una… una suerte de persecución, por así decirlo, en la que la estuvieron llamando por teléfono, hostigando… No, muy… muy feo. Y Caro, nuestra coordinadora, habló con personal de un equipo médico amigable en Santiago y se logró que ella pudiera ir a este servicio público, que el ginecólogo que la atendiera, que conocía la labor de las Amigas, le pudiera hacer un certificado diciendo que ella había tenido un aborto espontáneo, en fin… Pero fue muy fuerte porque… yo recuerdo a ella diciéndonos por teléfono –Si esto sigue así, yo me voy a matar porque esto ya no puedo más, no puedo más-. Como que había logrado el aborto, pero así todo seguía recibiendo hostigamiento de parte del sistema público.
Todo pasó dentro de tres días. No fue tan extenso, digamos, se logró resolver rápidamente, pero yo en ese momento me decía un montón de preguntas y me quedaban un montón de reflexiones al respecto de cómo las mujeres, al entrar al hospital, dejamos de ser casi sujetos de derecho, de cómo abusan, deciden y ordenan lo que se tiene que hacer con nuestros cuerpos y de cuán valiosa es la labor que hacemos, en el sentido de que así, en la ilegalidad, hemos tejido redes; en la clandestinidad hemos articulado con otras agrupaciones, redes, instituciones, entidades de poder, de organización; y así llamando, insistiendo, casi imponiendo nuestra presencia, imponiendo lo que a nosotros nos parece que tiene que ser, hemos sido garantes de que de que una mujer pueda seguir viviendo. Eso me golpeó tremendamente.
Hasta el día de hoy me acuerdo de esos momentos que vivimos con Mónica. Me los acuerdo porque tampoco ha pasado tanto tiempo, pero los tengo presentes y los tengo así, muy frescos en la memoria, la sensación en el cuerpo de decir –si no hacemos algo esta chica no pasa de hoy a la tarde, no sigue con nosotros, si no nos movemos rápido y no logramos articular con alguien que le haga un certificado para que la dejen de molestar– . Creo que eso es lo que hace que yo siga activando con la misma fuerza, o quizás con más fuerza y más determinación, que cuando empecé. Porque… porque siento que todo es adverso. Siento que todo es un trámite, todo es burocracia, todo es una piedra en el zapato cuando una quiere ejercer el derecho de decidir cuándo quiere ser madre y cuándo no.
Creo que la labor que hacemos es tremenda y siento que cada día es más importante que estemos, estar. Estar para las mujeres, estar para nosotras y estar para las otras mujeres también.