Darme el espacio para acudir al fondo y acompañar a personas en situación de aborto me ha dado la oportunidad de sentirme un poco más libre e independiente y me ha devuelto la sensación de tener un poco de control y orden en mi vida.
A raíz de la pandemia y como consecuencia de un confinamiento de aproximadamente dos años, sentí que había perdido la poca autonomía que estaba empezando a ganar a mis 19 años. Ahora que terminé la universidad desde casa, a mis 23 años, encontrar un camino y tomar nuevamente control de mi vida se ha vuelto muy complicado, sumándole el miedo que desarrollé a salir de casa, no solo por la pandemia sino también por la inseguridad y el acoso que aún persiste.
En mi ejercicio de acompañar he ido perdiendo el miedo a desenvolverme nuevamente en el espacio público poco a poco y he encontrado un espacio de libertad, desarrollo y aprendizaje al mismo tiempo que ayudo a otras personas a perder sus miedos, a aprender sobre sus cuerpos y a ejercer su sexualidad libremente, lo que me parece una relación simbiótica muy bonita y saludable.
No hay algo que eche de menos a raíz del cambio que está siendo en mi vida ser acompañante, por el contrario creo que todo cambio es para ayudarnos a crecer, por más trabajo que nos cueste en un inicio. Sin el cambio no hay progreso.
En mi dibujo quise representar esto, haciendo alusión a que una plantita puede limitarse a crecer o incluso marchitarse si su maceta le queda muy pequeñita, por lo que es necesario cambiarla a una más grande. Para poder florecer y dar todo mi potencial necesité salir de mi habitación al espacio público, lo que ha sido un cambio complicado pero progresivo poco a poquito y creo que está dando sus frutos. 🙂
(Y dibujé una brujita porque al igual que muchas chicas que estamos dentro del feminismo nos identificamos con estos seres “mitológicos” que fueron criminalizados y reprendidos por ser “una amenaza” para el sistema patriarcal).