Este ejercicio requiere hacer listas. Con lo que me gusta. Van hechas y rehechas, con tachones y actualizaciones, en diversos formatos y soportes. A continuación, un collage de tipos textuales.
Una lista es el prototipo de todo texto. Un primer paso, un saco gestacional, una posibilidad de ser expulsado o continuar.
A)
¿Qué cosas no formaban parte de mi vida antes de acompañar?
- Las discusiones y planificación de estrategias políticas.
- Tener datos en mi cabeza sobre nombres de médiques y lugares para asistir.
- Tener cuidados digitales, ahora con razón, no como antes por simple paranoia antisistema.
- Andar por la calle y mirar dónde hay cámaras.
- Ochenta mil reuniones semanales, todas importantes.
- Grandísima cantidad de nombres en mi agenda de contactos.
- Lo colectivo: formar parte de una masa que se mueve y respira todes juntes.
- Llorar.
- Llamadas de números desconocidos que empiezan con “me pasaron tu número”. O “se acuerda de mí, yo fui a su consultorio unos años atrás” (o no trabajo de médique ni psigólogue ni nada que requiera de un consultorio). Y así.
¿Qué cosas han dejado de estar en tu vida a partir de que eres acompañante?
- Traer desconocidos a dormir a mi casa.
- Dejar gente sola en mi casa.
- Dejé el posgrado (me justifico por el tiempo que me demandan una tarea y la otra).
- Dejé de escribir (esto también tiene que ver con lo laboral, y otras situaciones personales. Pero han coincidido en los tiempos o épocas).
- La mirada inocente hacia lo político.
- Juzgar determinantemente.
- Mudarme. Los años previos a ingresar al socorrismo viví en varios lugares de manera transitoria a veces un par de semanas, en otros unos 10 meses como mucho.
¿Hay algo que eche de menos?
- No se me ocurre que estén ligadas directamente al socorrismo.
B)
“y aceleré el empujón que me venía arrastrando desde la más tierna edad y todo chocó con todo y después se fue a la mierda: un estallido normal aunque nos cueste pensar la dinámica explosiva en términos de rutina. Lo vemos como accidente pero las cosas explotan con ritmo y poca pausa”.
Gabriela Cabezón Cámara, 2014. ROMANCE DE LA NEGRA RUBIA. Eterna Cadencia, Buenos Aires, pág. 31.
En los últimos años muchas cosas cambiaron en mi vida y en mí. Un poco desde que me uní al socorrismo (hace ya cuatro años y medio), pero ya desde unos años antes también. Me cuesta diferenciar si tales mudanzas han sido por el socorrismo, o conjuntamente, o si llegué al socorrismo porque ya había comenzado algún proceso (o algunos). La cadena de causas y consecuencias se desarma, se mezcla; confluyen efectos e impulsos diversos, y así. Intenté varias veces hacer revisionismo como para ubicar los momentos, los factores, los hitos. Pero realmente vuelvo a la misma conclusión y me da fiaca este ovillo: no sé si fue primero el huevo o la gallina, el saco gestacional o el deseo de vivir la vida que queremos.
El feminismo es la causa madre (je), el cual ha ido mutando y expandiéndose. Feminismo y socorrismo me han permitido profundizar saberes y herramientas para mirar y analizar.
Fue necesario volver a hacer listas de tareas pendientes, enlistar nombres y tareas.
C)
Las cosas que no puedo guardar
Que no puedo enlistar
*
Busco fotos y encuentro listas.
Listas de cosas por hacer.
Listas organizadas, como las fotos:
criterio de año
el lugar de la casa
el evento
la urgencia
el color
responsable
protagonista.
Y podría seguir: enumerando, mezclando, relativizando.
Porque si hay algo que me gusta hacer es trazar criterios.
Para cosas que nunca terminan.
Como el propósito por el cual buscaba fotos.
*
Desde hace cuatro años hay cosas que no puedo enlistar
aunque las enliste porque lo requieren.
Cosas que guardo y no deben tener nombre ni etiqueta,
pero que su presencia estuvo y la ausencia de hoy febrero devela.
Recuerdos que se borran y se confunden,
no nombrar un algo es quitarle a alguien más la posibilidad de que se apropie de ese algo.
Signos vacíos en las listas, pero que representan algo, para alguien, que representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter.
Cosas que no son mías
cuyo poder embravece y atemora.
Caras e historias de las que soy solo testiga,
que no me pertenecen
que son muchas, y mi memoria no retiene.
Fotos sin caras ni paisajes
sin fechas ni eventos
olvidables, como si se fuesen por el inodoro.
*
Una lista vieja y sin tachas
es un universo que se abandonó.
Deberíamos guardarlas
sabiendo que no se resolverán.
Una certeza de que esos universos no volverán.
La esperanza de no ser ya esa persona que enlistaba.
Ahora tengo pizarra y las listas
Y la poesía se escribe como listas.
Escribo listas
Poesía, no.