Este dibujo representa para mí el sostén de la vida creada entre redes firmes. El tejido que abraza, refugia y entrega calor. Que para mí se relaciona con la vida en y con la naturaleza. Comprendiendo sus ciclos, comprendo los míos y los de mis compañeras. Siguiendo el ritmo de la naturaleza conseguimos que el pulso del constante movimiento se mantenga en equilibrio en medio del caos que emerge desde el sistema patriarcal que nos rige.
Representa la complicidad de las miradas que hablan y comunican en silencio desde los distintos rincones y contextos y que se pierden entre las que clavan el juicio a lo lejos.
El fuego que se mantiene encendido por un lado sirve de guía para no perdernos en la oscuridad y se transforma en la contención que nos brinda el amor en sus distintas expresiones. Las montañas, la sabiduría innata que todxs llevamos dentro, que cuando es escuchada aporta seguridad, refugio y respaldo. Guardianas del agua, por lo tanto de la vida, que fluye en libertad y que se desborda si se manipulan sus cursos. La doble linea del trazo representa la dualidad misma de esta realidad. La ilusión y fantasía que se sostienen para ocultar la realidad que muchas veces la sociedad castigadora se niega a ver.
En relación a las preguntas. Es la red en sí, en lo ancho de la palabra lo nuevo en esta vida de ser acompañante. La articulación en común con otras. El creer que es posible ser parte, en el coexistir de presencias que son sostenidas y a la vez sostienen en un cotidiano diferente. Las redes invisibles que se tejen al momento de ser acompañante resultan fundamentales para prolongar el activismo y que esto sea sostenible en el tiempo.
De las cosas que han dejado de estar en mi vida desde que decidí acompañar son los momentos prolongados, libres de tecnología y disponibles para moverme sin responsabilidades. Nunca he sido tan amiga del teléfono. El no poder desconectarme ha significado dejarme a mí. Al entregarme a ser acompañante abandono un poco de mí misma, para aceptar una doble vida.
Echo de menos tener el teléfono apagado. Perderme en algún cerro por días sin pensar en el cargador. Y hablar libremente de quién soy y qué hago. Sentirse persona más allá del rol.