Desde que empecé a acompañar abortos son, sin dudas, más cosas las que he ganado y sumado en mi vida que las que he perdido.
Mi primer acercamiento al FEMINISMO, fue el SOCORRISMO.
Y me animo a decir que más que ganar, aprendí (como si esas palabras no pudieran ser sinónimos, ¿no?). Aprendí a ser empática con otrxs, aprendí a ESCUCHAR, aprendí a CUIDAR, aprendí a DECIDIR, aprendí a habitar los vínculos desde el amor que no está ni cerca de ese amor romántico que nos obligan casi a adoptar desde que somos chicas y que por más que haya tenido una madre que se empeñaba en que no lo hiciera, yo desde chica aprendí a DESOBEDECER. En buena hora que luego el socorrismo me acercó a mi madre desde otro lugar. Desde un amor feminista como me gusta pensarlo.
Y aunque quizás suene contradictorio con lo que dije más arriba, con el socorrismo también gané. Gané AMIGAS que son también familia, gané DERECHOS, gané TERNURA, gané MEMORIA y tuve ganas de UN MUNDO MÁS JUSTO.
Y si tengo que decirte qué fue lo que perdí, hoy siento que no perdí nada. Que todo lo que dejé atrás me sacó peso de la mochila e hizo el camino más liviano. Deje atrás el querer ser normal, deje atrás el silencio, algunos límites, opresiones sexistas y clasistas. Al fin y al cabo, parece que también gané al despojarme de algunas miserias propias.
No extraño nada de lo que dejé atrás, ¡lo único que extraño es la sonrisa y los ojos claros de La Gra!