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Ahora tengo más valentía y coraje

I

Ser acompañante en la red Socorrista fue patear lejos, bien lejos, mis límites sobre lo que creía posible. Algo así como paredes que creo que hay, que creemos que hay, paredes que muchos construyen con vehemencia y al acercarnos tiemblan y caen. 

Tiemblen, que las brujas hemos vuelto.

Minervas*

Es una forma de acercarse desafiante, que mira analíticamente su frente, su espalda, sus costadas. ¿Qué se ha sumado desde que soy acompañante? Más valentía, coraje.

Tiemblen, que las brujas hemos vuelto.

Minervas*

El aborto cotidiano, claro. Ser acompañante sumó eso en mi vida. El aborto feliz. Y no lo digo haciendo alabanzas a los mandatos de felicidad porque, si hay que acompañar abortos tristes, ahí estaremos. Lo digo porque realmente antes creía que abortar era una pena “nadie quiere abortar” y ahí PUM! se derriba la pared y se despliegan un sinfín de emociones posibles.

Tiemblen, que las brujas hemos vuelto.

Minervas*

Siento la posibilidad de transformar radicalmente. Mi vida aunque sea, doy por hecho que así fue. La vida de quienes acompañamos supongo también. Ser parte de la salud comunitaria, contribuir a las autonomías y vidas elegidas, vidas vivibles, vidas gozables. Ser la piedra en el zapato de la indiferencia. Organizarse para transformar. Ese andar lo hacemos de diferentes maneras, a veces más cautelosas que otras, o con curiosidades que nos empujan a novedades. Más rápido, más lento, siendo pocxs, siendo muchxs. A veces pasos pequeños y a veces tan fuertes que generan terremotos. Paredes, derrumbadas. 

Tiemblen, que las brujas hemos vuelto.

Minervas*

II

Desde pequeña dispuse de un tiempo para lo comunitario, me interesaba. Le puse diferentes nombres, lo practiqué de diferentes maneras, le di diferentes marcos a ese hacer. Fui complejizando y politizando con perspectivas feministas esa caridad sacrificial que acompañaba el “ayudar”. Pero, de todas formas, esa disposición de tiempo estuvo y está. En ese interés y elegir compartir tiempo con personas que muchas veces no conozco, he recibido unos buenos reproches ¡Imagínense el escándalo cuando le comenté a mi Mamá (a quien quiero mucho) que los encuentros anuales Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y NB se realizan muchas veces el fin de semana del Día de la Madre! Y ahí estuve claramente. 

Muchas veces me han dicho de aflojarle “pero paraa, relajate, ¿hoy es necesario que vayas a ese taller?”. Es como si fuésemos para muchxs bichxs rarxs, densxs, incomprendidas y encima eternas recordadoras de que existen injusticias y son injustas. Como si la otra persona en alentarnos a que hoy no vayamos a esa actividad, sea cual sea, nos hiciera un favor. ¿Creerán esto por la ética sacrificial que impone la iglesia? ¿Será la falta de referentes en la cultura masiva de historias de activismo? En fin, lo que gozo mi vida con otras compañeras feministas es invaluable. La disfruto, la elijo, me hace bien. 

¿Qué más me da?

Si soy distinta a ellos

No soy de nadie

No tengo dueño

(…)

¿A quién le importa lo que yo haga?

¿A quién le importa lo que yo diga?

Yo soy así, así seguiré

Nunca cambiaré

Alaska y Dinamarca

Lamentablemente, por vivir en esta realidad capitalista, los tiempos no nos sobran. La precarización de la vida aumenta. Pasamos mucho tiempo trabajando para tener cosas básicas para estar bien. Entonces, sí creo que los espacios de activismo disputan tiempos “libres”, tiempos que podrían estar destinados al ocio y esparcimiento. Porque, al margen del goce, el activismo es trabajo. 

¿Intentamos construir otras formas de trabajar? Si. Pero, se trabaja igual. 

Es un desafío personal (y por eso creo también político) ir viendo cómo disponer esa energía. Cómo, por ejemplo, poder decir que no a llevar a cabo una tarea sabiendo que en ese “no” hay un autocuidado. No siento que el activismo me quite tiempo aunque así ven muchxs desde afuera. Tiempo me quita el transporte público deficiente, el trabajo mal pago, las esperas absurdas en los turnos médicos, la burocracia. 

III

A veces

en momentos absurdos,

en momentos límites, 

en momentos de colapso

extraño la posibilidad

de que me trague la tierra

y desaparecer.

De que las responsabilidades,

las que me importan,

no me importen.

De quemar mi agenda,

y la del año que viene.

De no hacer

lo que dije que iba a hacer.

Respiro

Mejor apago el celular,

si puedo, un rato.

Me trato con la ternura que aprendí

a tratar a otras,

doy unas vueltas por el barrio

y me desacelero con un jazz.

Tiemblen, que las brujas hemos vuelto.

Cancionero


* Las estrofas pertenencen a Minerva, una colectiva de mujeres de Uruguay que conocí a través de las declaraciones de Socorristas en Red. La obra se llama «Tiemblen».