Viernes 20 de enero de 2023, Neuquén.
Querida Gra:
Siento (y pienso) que te debo unas palabras y también unos silencios… Hay muchas cosas que quiero contarte, algunas las quiero gritar y algunas otras te las quiero susurrar cerquita mientras te abrazo y sentimos nuestros perfumes.
Antes que nada, quiero decirte que lamento mucho no haber estado el día que te despedimos a tu nueva vida. El no haber estado en ronda con las revueltas, me generó mucho dolor después. Las bienvenidas se hacen en grupos ¿viste? Y aprendí que las despedidas también. Hay algo ahí, de la vida común, que aprendí con tu muerte. Una muerte que todavía nos duele un montón. La muerte, tu muerte, nos dejó muchos interrogantes y rabias… Y también nos dejó esperanzas y deseos. Para serte sincera, yo sigo un poco peleada con la muerte (o con la vida) porque te fuiste demasiado pronto. Es un poco injusto ¿no te parece?
Después de tu muerte me hice un tatuaje de la palabra saudades. Es que hay una sensación que tengo desde tu partida y esa palabra la resume súper bien. Seguro conocés su significado, difícil de traducir al español, así que no voy a intentar hacerlo. La letra dibujada es de Ruth, así que es muy bonita. Siento que tengo sus presencias bien cerquita. En el brazo izquierdo, del lado del corazón.
Te estoy escribiendo desde la casa revueltas… ¡no sabés! Es preciosa… huele muy bien, es amplia, tiene muchas ventanas grandes. Seguro te gustaría mucho. A veces, cuando la casa queda en silencio, vienen pajaritos o pajaritas al patio. Supongo que comen algunos bichitos y se miran en los vidrios… son muy bonitos con sus aleteos por las tardes.
Seguro querés saber algo de Ruth, aunque sospecho que ustedes hablan en algunos momentos, quizás alguna madrugada o mañana con café de por medio, ¿no? Te extraña, te extraña muchísimo. Y yo lo siento mucho. A veces me da pena no poder acompañarla en su proceso de pensamientos tan inteligentes que tiene. Es como de otro planeta, je. Bueno, ya lo sabes a eso… Siempre siento y pienso sobre el amor y amistad de ustedes. Ojalá muchas de las mujeres que acompañamos a abortar puedan conocer alguna vez algún amor así.
Por mi parte te cuento que nos acompañamos y nos cuidamos. A veces más cerquita y a veces más alejadas… pero sabemos que ahí estamos. Ruth habla de vos, te recuerda en las historias divertidas y en el proceso de los últimos cuidados. Ese amor que se tenían (o tienen) es admirable. Qué lindo es haberlas conocido juntas y tener recuerdos donde se las ve pensando, discutiendo, compartiendo. Que bien le hace a la vida colectiva saber que se puede cultivar tanto cuidado entre dos personas. Les agradezco por eso… Un amor que no atrapa, que no encorseta. Qué suerte la mía haber compartido con las dos juntas. ¡Qué belleza!
Te cuento que vienen siendo tiempos difíciles para la Red de socos. Y estas adversidades nos atraviesan la piel, los huesos, la vida toda. A veces nos cuesta respirar, nos cuesta pensar, nos cuesta conmovernos. A veces el miedo nos paraliza y nos aleja un poco… pero siempre, siempre, aparece algo que nos junta nuevamente, que nos acerca, que nos da oxígeno, que nos da esperanzas.
El otro día, en uno de los últimos talleres presenciales que tuve, conocí a Marcela, Natalia y Julia. Hubo algo, especialmente de Marcela que me llamó la atención. Hacía muchas preguntas, pero no de esas que nos dan miedo o nos asustan. Preguntas de curiosidad, llenas de deseos, llenas de esperanzas… por ejemplo me preguntó si mi mamá sabía que yo acompañaba abortos. Esto después de preguntarme si tenía hijos o hijas. Me pareció muy bonita la pregunta, además que siempre pienso en la relación que el aborto le propuso a la historia de vida con mamá. Viste que ella sólo estaba a favor del aborto en situaciones de violación y a medida que me escuchaba y nos ayudaba y nos hacía dulces o berenjenas, todo fue cambiando. Que lindo eso, ¿no? La comida siendo parte de los cambios de vidas de las personas… o, al menos, de mamá con La Revuelta.
Bueno, me re fui de tema, vuelvo para contarte otra pregunta que me hizo Marcela… una pregunta inquisidora y abridora de sentidos y sensaciones. Después de que hablamos sobre la decisión de abortar, Marce me dijo “¿Y vos por qué acompañás?” uffff, una súper pregunta! Pensé en vos, en Ruth, en La Revuelta…
Los talleres son encuentros. Los encuentros nos permiten encontrarnos con muchas cosas. Encontrarse con desconocidas. Encontrarse para reconocerse. Encontrarse para mirar otros ojos, otras pieles, otros modos de mirar el mundo. Encontrarse con la risa. Encontrarse para hablar de feminismo, de contextos sociales, de discriminaciones, de sufrimientos, a veces, de saberes ancestrales, de deseos de cambiar el mundo. Encontrarse para hablar de los miedos y también para hablar del amor. O quizás, encontrarse para escuchar. Para escucharnos. Para sentir. Para sentipensarnos. Apalabrarnos para acariciarnos. Escucharnos para crecer. A veces también un encuentro que perturba. Que duele. Que sacude los cuerpos y que deja atisbos de un mundo mejor.
Que ¿por qué acompaño?
Porque es el momento exacto que me devuelve humanidad. Porque es una nueva forma de relatar el mundo, donde me detengo sin apuros. Acompaño a mis estudiantes en la escuela y acompaño abortos.
Porque acompañar es estar en riesgo constante. El riesgo de estar tristes. El riesgo de escuchar lo que conmociona. El riesgo que desplaza la línea del horizonte. El riesgo de amar y querer cuidar otros cuerpos. Acompañar es arriesgarse a la pasión. Vivir con pasión no es fácil. La pasión desestabiliza a quien no la comparte. La pasión produce intensidad y va en contra de la individualidad. Acompañar es abrirte a la fragilidad. La fragilidad como sensación nueva. La fragilidad no como algo próximo a quebrarse, más bien la fragilidad como acontecimiento de nueva sensibilidad.
Que ¿por qué acompaño? Porque aprendo a escuchar. Escuchar la suavidad de la palabra ternura. Escuchar el beso al final de cada acompañamiento. Escuchar como la generosidad de ofrecernos. Escuchar dolores. Escuchar cómo dar… Creo que quienes acompañamos, corremos el riesgo de no morir. Corremos el riesgo de tener una vida vivible. Una vida llena de misterios.
Gra, quizás haya la posibilidad de vivir el amor, la vida, la muerte desde otras formas, olores o colores; pero esta vida activista me permite palabras acariciables al mismo momento que todo arde. Y agradecemos de igual manera todo esto.
Espero no haberte aburrido con todo esto, voy pensando mientras escribo, voy llenando de cuerpo la memoria y esbozar una respuesta posible para Marcela. Marcela, la que me hizo escribir, así la recuerdo. ¡Gracias por esto Marcela!
Gra, desde que no estás físicamente corro el riesgo de olvidarme el sonido de tu risa. Así y todo, intento recordarlo cada día. Te quiero un montón. Creo que alguna vez te lo dije… Gracias por toda tu vida compartida con nosotras.
Saudades
Pd: Ojalá pronto sepa de vos. Quizás en la próxima carta pueda contarte sobre la muerte de papá y de cómo trato de acompañar la tristeza de mamá.
Pd2: Perdón por no usar bien los tiempos verbales, no sé cómo usarlos realmente.